Estudios sobre educación
di Roberto Sani, Estudios sobre educación, 32, 2017, pp. 238-240
É ste es un nuevo título de la prestigiosa colección internacional Biblioteca di “History of Education & Children’s Literatura”, dirigida por Roberto Sani y Anna Ascenzi. Su autor, apoyándose en un amplio elenco de fuentes archivísticas e impresas, estudia con todo detalle los avatares de la asociación que agrupó a los universitarios católicos italianos, desde su fundación hasta mediados del siglo XX. Al mismo tiempo, traza una rigurosa y cuidada reconstrucción de los principios y las opciones que, en lo relativo a la política universitaria y la organización de la enseñanza superior, caracterizaron a la FUCI (Federazione Universitaria Cattolica Italiana), desde sus orígenes, pero sobre todo durante el ventenio fascista y en la Italia democrática y republicana de los años cincuenta y sesenta.
Surgida en 1896 como entidad orientada a fomentar los principios católicos entre los estudiantes universitarios trasalpinos, y para contrarrestar el laicismo y el anticlericalismo que dominaban por entonces la vida académica, la FUCI persiguió ante todo, durante sus primeros veinte años de vida, consolidarse como asociación.
Solamente tras la Primera Guerra Mundial se materializó un cambio de orientación ciertamente decisivo para el compromiso y el modus operandi de la Federación. A la postre, los universitarios católicos tuvieron súbitamente que enfrentarse a los mismos problemas que aquejaban al resto de los alumnos: el duro proceso de reincorporación a la vida civil de los excombatientes, la adaptación de los planes de estudio en sintonía con la evolución de la sociedad, y singularmente la crisis de los valores culturales y éticos que se estaba produciendo entre los jóvenes europeos. Probablemente, por primera vez en su historia, la FUCI logró concentrar su atención en el mundo universitario, intentando identificar problemas, dificultades, anomalías, pero sobre todo tratando de idear soluciones y medidas concretas que podrían haber mejorado la situación.
Sin embargo, en 1922 comenzó la inexorable ascensión del fascismo, y el proceso que llevó a la consolidación de un régimen totalitario. De manera inevitable, la asociación tuvo que enfrentarse a quienes disfrutaban del viento favorable. A pesar la dura represión impuesta por el régimen durante los años posteriores, los universitarios católicos lograron por lo general mantener su identidad asociativa propia, y en particular su autonomía respecto de las organizaciones oficiales (los llamados GUF, es decir, Gruppi Universitari Fascisti). Fue decisiva para ello la sabia y prudente orientación de Igino Righetti, y del asistente eclesiástico Giovanni Battista Montini (el futuro Pablo VI), que rigieron los destinos de la Federación durante casi una década (desde el curso 1925-25 hasta el de 1934-35). Duramente hostigada por el régimen de Mussolini, y convertida en blanco de polémicas y agresiones, la FUCI, como muestra en el cuarto capítulo Pomante, tuvo durante la Segunda Guerra Mundial un destacado papel en el ámbito educativo y cultural.
Sin embargo, la caída del régimen fascista, el 25 de julio de 1943, y el comienzo de la lucha partisana y la guerra de liberación, plantearon la urgencia de constituir una nueva clase política. No fue una casualidad que Aldo Moro y Giulio Andreotti, junto con una numerosa y selecta cohorte de estudiosos, catedráticos y profesionales, engrosasen progresivamente la militancia de la recién nacida Democracia Cristiana, el partido fundado por Alcide De Gasperi el 8 de septiembre de 1943, el cual, gracias al firme apoyo de Pío XII y del episcopado italiano, acabaría poniéndose al frente del nuevo Estado democrático y republicano. En lo que a este periodo respecta, son muy relevantes dentro del libro de Pomante los tres sustanciales capítulos conclusivos, en los que examina el papel desempeñado por la FUCI en el seno del sistema universitario entre 1945 y 1968.
A raíz de la Segunda Guerra Mundial, la Universidad italiana tenía una situación económica inestable e insostenible, y un fuerte endeudamiento, muchos de sus edificios habían sido saqueados o destruidos, y las infraestructuras científicas estaban dañadas o al menos anticuadas. En medio de esta compleja situación se planteaba el problema de una reconstrucción democrática que estuviera fundada en un consenso generalizado. En esta operación de rehabilitación moral y civil del país conducida por los católicos tuvo también un papel fundamental la FUCI, cuya aportación resultó en verdad decisiva.
Durante la posguerra y la primera mitad de los años cincuenta, la FUCI se concentró en recuperar la participación democrática de los estudiantes, con el afán de que la Universidad fuese un ámbito experimental de debate proyectual, donde familiarizarse con los problemas reales, en buena medida al margen de las ideologías contrapuestas y los partidos políticos. En este sentido, se reveló fundamental y decisivo el Congreso de Salerno, que tuvo lugar en 1948, bajo el título “La situación universitaria italiana”. Durante él, los miembros de la FUCI pudieron analizar con calma el estado de sus instituciones, determinar sus carencias y reivindicar “la necesidad de afrontar todos los problemas de la investigación científica desde la perspectiva del conjunto del hombre en tanto que ser espiritual” (p. 257)
En particular, bajo la égida de Carlo Alfredo Moro (1947-1949) y Romolo Pietrobelli (1949-1955), la FUCI procuró exigir a la clase política italiana, con una inspiración fuertemente católica, que se tomase en serio los problemas de la enseñanza superior y tratase de resolverlos. Sólo a finales de los años cincuenta ésta entró en una fuerte crisis “por la puesta en cuestión simultánea de las tres razones esenciales de su existencia: la eclesial, la universitaria y la federativa ” (p. 353).
En particular, en lo relativo a su carácter universitario, la Federación entró en una fase de profunda incertidumbre, cosa que por lo demás sucedió durante el mismo periodo con el resto de movimientos equiparables. La explicación es que, sobre todo a raíz de la liberalización del acceso a los estudios sancionada por la ley 910 de 1969, y la consiguiente democratización de la enseñanza superior, había sido dinamitada la “vieja” universidad, que desde sus orígenes había sido el ámbito en el que la FUCI venía operando, sin que, a pesar de ello, hubiese tomado cuerpo una “nueva” institución, con un perfil definido.
https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/estudios-sobre-educacion/issue/view/440;
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